¿Quién le dijo?

miércoles, 21 de noviembre de 2007




De mí para mí:

¿Quién le dijo que yo era
risa siempre, nunca llanto?
¡Como si fuera la primavera,
y no soy tanto!

[No] Eran cinco alpinos

jueves, 8 de noviembre de 2007


¿Se acuerda de esa canción?

Eran cinco alpinos que venían de la guerra,
eran cinco alpinos que venían de la guerra
ía ía rataplán, que venían de la guerra

En un acceso de nostalgia me puse a cantar cosillas de la infancia. Como no recordaba toda la letra de esta en particular, recurrí a la omnisapiente WorldWideWeb y ¡mire de lo que me voy enterando! Parece que no eran cinco, sino tres los alpinos del texto original. Los únicos sitios que ofrecen la versión de "cinco" son unos cuantos relacionados con los scouts en México.
¿Cómo fue que los tres alpinos se multiplicaron en cinco en el imaginario mexicano, mientras que España y el resto de Latinoamérica se conformaron con el trío? Mmmm, un asunto pendiente de resolver para Sábada Kohm. Por cierto, me pregunto de dónde eran en realidad los alpinos - yo siempre me los imaginé medio suizos, pero en el dibujo tienen pinta de vascos, y aquella bandera que ondea sobre el castillo se parece sospechosamente a la de Cataluña.

Pregúntele a Sor Juana

martes, 6 de noviembre de 2007

Estoy harta de que todo mundo me diga y me insinúe maldisimuladamente que no me interesa casarme, tener hijos, formar una familia, o como se le quiera llamar. Desde mi madre y mi padre hasta mis hermanos y mis amigos, y ya el colmo, mi terapeuta, todos a mi alrededor coinciden en que lo único que me interesa es estudiar y por eso voy por el mundo sin dar un comino por el sexo masculino o el instinto maternal. Parece que lo único que ven en mí desde que tengo tres años es una gran cabeza con pelo - porque eso sí, me salió un bonito pelo en el que todo mundo repara. Por momentos dudo si mi inteligencia es una bendición o una condena que, como dijera Antonio Gala, "a trabajos forzados me condena".
En suma, la idea general es que uno es "diferente" - nunca te explican porqué o de qué - porque quiere meterse en la academia. "Es que tú eres diferente", "siempre fuiste diferente", repite un dantesco coro de tías, madres, maestros y exnovios. Hasta la mamá de una amiga me lo dijo en una boda - aunque lo dijo con tan buena vibra que no pude evitar tomárselo a bien. Así parece que si uno tiene pasión por las letras, eso mata en automático todas las demás pasiones. Y pensándolo bien, es una necedad para una mujer querer dedicarse a la academia. Los varones suelen tener mejores sueldos y preferencia en las contrataciones, y muy raras veces le dan a una mujer la misma credibilidad que a un congénere. Así que los de dentro no muy te quieren, y los de fuera - tu familia, tus amigos - simplemente te consideran como nacida en otro planeta, quasi desprovista de entrañas.
¿Por qué, Dios mío, por qué tuve que nacer con esa afición maldita por el intelecto, que ahuyenta a los hombres, me excluye de lo femenino, y me hace una extraña en mi propia familia? Yo no tengo respuesta, pero por ahí si quiere preguntarle a Sor Juana, tal vez ella tenga algo interesante que decir; aunque en esta pintura yo más le veo cara de espanto que de certeza.

La tienda de disfraces

sábado, 3 de noviembre de 2007

Las festividades de Halloween inspiran a grandes y pequeños a toda clase de celebraciones, pero sobre todo, a darse a la tarea de idear un disfraz. Cada año los habitantes de este país deben decidir qué quieren ser para Halloween: ¿una fresa? ¿un vikingo? ¿Pinocho? ¿un bote de basura?
Tan importante asunto me arrastró a acompañar a un amigo a la tienda de disfraces. Diversas y enciclopédicas categorías ordenan esta enorme tienda: "mujer", "hombre", "renacimiento", "accesorios", "circo", "sexy", "cuentos de hadas", "zapatos", y así muchas otras. Los disfraces se rentan y/o se venden. Algunos son nuevos, hechos de licra y mallas de red; otros son ropa que fue en su momento común y corriente y ahora se encuentra indistintamente en una boutique vintage o en la tienda de disfraces - curiosa relación con un mismo objeto como algo del pasado que uno usa para alterar la propia identidad o bien como algo del presente que uno usa para afirmar que no hay nada que pueda alterar la propia identidad.
Aprendí que uno se puede disfrazar de barril, de carretera, del piso de la sala de cine, de motocicleta, de iPod y de todo cuanto a uno se le ocurra. Tan vertiginosa me resultó esta infinidad de posibilidades carnavalescas que opté por disfrazarme de estudiante de posgrado y dejar para otra ocasión la fiesta que me requería el disfraz. Feliz día de muertos.